RITUALES
METEOROLÓGICOS
EN
TODAS LAS CULTURAS HA HABIDO PRÁCTICAS MÁGICAS Y RELIGIOSAS PARA INTENTAR
CAMBIAR EL TIEMPO.
Aunque
sus resultados no son siempre los esperados, desde hace siglos los humanos
hemos venido desarrollando una serie de rituales para intentar que la
meteorología, tan lejos de nuestro control, nos beneficie. Los periodos prolongados de lluvias o la
protección contra las tormentas nos han llevado a buscar soluciones en el campo
de la superstición y de los ritos, algunos en desuso y otros que aún se
practican en nuestros días.
La meteorología es una disciplina
científica cuyas bases comenzaron a establecerse a finales del siglo XVII,
aunque no adquiriría la condición de ciencia de pleno derecho hasta la segunda mitad
del siglo XIX y las primeras décadas del XX. A diferencia de lo que pasó con
otras ramas del saber, cuyo establecimiento fue anterior, los estudios
meteorológicos conviven aún con numerosas creencias y rituales.
Y es que en
cuestiones relativas al tiempo, hay personas que siguen guiándose por los
dictados de la tradición popular. En muchos casos se trata solo de costumbres,
aunque muy arraigadas. El hecho de que no tengan ningún fundamento científico
no es óbice para que los creyentes y los practicantes de los distintos rituales
climatológicos sigan fieles a ellos y firmes en sus convicciones, reforzándolas
en algunos casos. Se trata, en su mayoría, de gente mayor del ámbito rural.
Danza
de la lluvia.
Cuando pensamos en este
ritual nos viene a la cabeza un indio cherokee bailando e invocando a la
lluvia, pero esta danza ceremonial se ha llevado a cabo históricamente en
muchas culturas, desde el antiguo Egipto hasta ciertas tribus indígenas de
América. Incluso, aún ahora, se practica en determinadas zonas de los Balcanes,
en un ritual conocido como Paparuda (en rumano) o Perperuna (en eslavo).
Procesiones
y rogativas
De
larga tradición en el mundo cristiano, sobre todo en entornos rurales donde la
meteorología es fundamental para la economía agrícola. Ya sea por falta de lluvia
o por exceso, se han llevado a cabo procesiones con imágenes y oraciones
dedicadas a santos, pidiendo un cambio de tiempo más favorable para las
cosechas.
Existen
las rogativas pro pluvia (para pedir que llueva), e incluso se han llegado a
realizar inmersiones de tallas de santos o reliquias solicitando la ayuda
divina.
El lado más científico de
estos rituales es que, gracias a las actas municipales y a capitulaciones
medievales donde se recogen por escrito este tipo de acciones, los climatólogos
tienen una interesante vía de investigación sobre el tiempo que hizo en una
determinada época.
Esconjuros
contra las tormentas
Desde
la antigüedad, el miedo a las tormentas ha ido dando lugar a un sinfín de
rituales destinados a la protección de los enseres y de las propias personas.
Una tradición que ha perdurado en el tiempo es encomendarse a algunos santos,
en particular a Santa Bárbara, la protectora contra el rayo por excelencia.
Existen numerosas supersticiones, como la de hacer una cruz con sal en el dintel
de la puerta de la casa, echar un puñado de sal al fuego o buscar amuletos para
el esconjuro contra la tormenta, como ramas de laurel o de romero bendecidas.
Una
sociedad rural con grandes dificultades para el cultivo es muy sensible a los fenómenos
naturales cíclicos como las sequías, el granizo o las tormentas. Es el caso de
la zona del Pirineo aragonés, donde se construyeron los esconjuraderos para
albergar rituales destinados a conjurar tormentas y otros peligros que
amenazaban las cosechas.
Estos pequeños templetes de
piedra se erigieron desde el siglo XVI al XVIII, y alguno permanece hasta
nuestros días. En este espacio, generalmente ubicado al lado de una iglesia y
con una amplia panorámica del horizonte, el sacerdote y la población invocaban
un tiempo más beneficioso para su agricultura.
Las
ofrendas de huevos a Santa Clara
Aún
hoy se pone en práctica por parte de alguna novia que no quiere que su día más
especial se vea estropeado por la lluvia.
Este
rito consiste en la ofrenda de una docena de huevos a un convento de monjas
clarisas, con la expectativa de que la
santa vele por que no llueva el día de la boda.
El origen de esta
tradición es medieval. En aquellos tiempos, la mayoría de las bodas se
celebraban al aire libre, en el atrio de la iglesia, no en el interior del templo.
Más allá del deseo de los novios por que la lluvia no estropeara un día tan
especial de sus vidas, existía la superstición de que la presencia de lluvia
era un signo de desgracia para el futuro.
Toques
de campana para ahuyentar las tormentas
Fueron
empleados hasta épocas muy recientes (mediados del siglo XIX) y se hacían para
defender las cosechas y personas contra rayos y granizos desde tiempos
inmemoriales.
En Castilla y
León se llamaba “tocar a nublao” y se realizaba a diario desde el 3 de mayo
(Santa Cruz de mayo) hasta el 14 de septiembre (Santa Cruz de septiembre). Las
fechas no fueron elegidas de modo aleatorio, sino que coinciden con la época de
mayor frecuencia de tormentas. Era un toque preventivo y protector contra estos
fenómenos que destruían las cosechas.
Los
graniceros del rayo, en México
Antes
de la llegada de los europeos a América existían en el valle de México unos
seres que se creía elegidos por Tláloc, el Señor de la Lluvia, y que oficiaban
de mediadores entre él y su pueblo. Eran los graniceros.
Alguno
de ellos aún perdura hasta nuestros días, y se les supone un control del tiempo
y su curso, al tener un don transmitido por los dioses.
Se dice que el
granicero es una persona tocada por un rayo, centella o alguna enfermedad, y si
sobrevive se cree que adquiere el don de comunicarse con los antiguos dioses y
pedirles su intervención para que llueva o se obtengan buenas cosechas.
Son muy
respetados en sus comunidades, y en otras culturas son conocidos como chamanes,
brujos, tiemperos o hacedores de lluvia.
Amuletos
y talismanes contra el mal tiempo
Durante
siglos han existido una serie de amuletos protectores contra las tormentas o
granizos, que se colocaban en las puertas de algunos hogares o que algunas
personas llevaban encima para sentirse más amparados antes las adversidades
meteorológicas.
La Cruz de
Caravaca (Murcia), por ejemplo, además de representar la victoria de Fernando
III el Santo contra los musulmanes, cuenta con una cara B, donde su utilidad
principal es un amuleto protector de tormentas.
En el insistente
afán por protegerse de las tormentas se ha recurrido a amuletos como las
llamadas puntas de rayo. Se trata, en realidad, de puntas de flechas antiguas
(incluso neolíticas), pero se creía que eran las puntas de los rayos y daban
buena suerte a quien las encontraba y las colocaba en los muros de los establos
o en las puertas de los hogares. La creencia más generalizada en el mundo rural
era que la fuerza destructora de los rayos se debía a que en su extremo existía
una punta de piedra o de hierro, que al impactar provocaba la muerte de
animales y personas.
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