CUANDO EL CIELO SE TIÑE DE ROJO
Una de las primeras
cosas que hacemos cada día es mirar a través de la ventana de casa para
contemplar el cielo matutino. Las nubes, si las hay, nos permiten hacer una
evaluación rápida del tiempo que podemos esperar a la hora de prepararnos para
salir a la calle. Aparte de esto, la salida del sol por el horizonte, lo mismo
que la puesta, tiñe a veces la atmósfera de unas tonalidades cálidas
(anaranjadas y rojizas) que causan nuestra admiración, especialmente cuando
estamos en el campo, la montaña o a la orilla del mar.
¿Quién no se ha
dejado seducir alguna vez por una puesta de sol? En ocasiones, el cielo parece
estar en llamas, iluminado por vivos colores rojizos, amarillos o anaranjados,
lo que popularmente en jerga meteorológica recibe el nombre de “candilazo”.
Palabra que el diccionario de la Real Academia Española define como “arrebol
crepuscular”.
El
candilazo o arrebol, es un fenómeno luminoso producido por la refracción y
reflexión de la luz solar a través de formaciones nubosas, la cual proyecta
múltiples tonalidades rojizas y amarillentas cuando el Sol ilumina un atardecer
(o un amanecer) nuboso. Son frecuentes en primavera: cuando las tormentas
pierden fuerza, el astro rey ilumina las nubes que quedan en el cielo. Lo hace
además con luz rojiza porque entonces el Sol está bajo en el horizonte y la luz
tiene que atravesar un tramo mayor de la atmósfera, por lo que la dispersión
hace que nos llegue de este color.
Al
atardecer, el camino que la luz solar recorre dentro de la atmósfera hasta
llegar a nosotros es más largo, por lo que los rebotes sucesivos entre pequeñas
gotas de agua y partículas de polvo suspendidas es mayor, hacen que la luz
acabe casi totalmente difundida, y que incluso la parte amarilla, aumente. Sólo
los rayos rojos, que menos se desvían, siguen un camino casi rectilíneo. De ahí
el color rojo o incluso rosa del atardecer, que suele coincidir con días despejados
de mayores presiones atmosféricas. Al amanecer, este efecto no es tan
pronunciado al haber una menor concentración de polvo en la atmósfera, ya que
éste se ha depositado en el suelo durante la noche debido a una mayor humedad
por la menor temperatura.
Los cielos
arrebolados vespertinos, a veces suelen anunciar cambios atmosféricos para las
próximas horas. El refranero está plagado de referencias a estos cielos
encendidos, considerados por la gente del campo como una señal de cambio de
tiempo, por eso en muchos lugares es común oír refranes asociados a este
fenómeno: (“Candilazo al atardecer, agua
al amanecer”) o su contrario: (“Arreboles
al ocaso, a la mañana el cielo raso”).
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